Panóptico, pan-óptico, todos nos vemos. Me sentí realmente estúpida, pero más lo siento cuando viajo a diario en el Metro, o camino por Caracas e intento existir.
El panóptico de la sociedad es, paráfrasis por delante, el control social ejercido por sus actores, quienes pueden ver todo y ser vistos por todos. No haces tal o cual cosa porque los demás te están viendo, y el posible reproche de ellos ejerce su función de control social. Sin embargo, como todo mundo al revés, algo acá me hace sentir completamente extranjera.
Cuando alguien está, por ejemplo, en el Metro, y comete alguna falta, nadie lo reprocha. Si a alguien se le ocurriese hacerlo, serían más las personas que se pondrían en su contra que las que lo apoyarían. Por el contrario, las personas desaprueban cuando NO cometes faltas.
Si estás abordando un vagón y no empujas a la gente para entrar, las personas a tu lado y detrás de ti se quejarán. Si estás en un semáforo y no te comes la luz roja, la persona detrás de ti se encargará de insultarte hasta perder la voz. Si te puedes colear y no lo haces, te llamarán pendejo.
Es allí donde está el panóptico invertido. El control social no es tal cosa, más bien se ha transformado en un "control antisocial" que garantiza que te comportes de la manera incorrecta, o la sociedad te desaprobará.
Y la mayor muestra de ello la tuvimos en televisión con la famosa mano de Dios de Maradona. En varias ocasiones, Harold ha recordado en su blog el momento en que Maradona admitió, ante la pregunta de Chávez, que había hecho trampa en el famoso juego, y que sí había sido una mano. Acto seguido, todos aplaudieron.
Recompensar lo deshonesto, lo antisocial, sólo lo refuerza.
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