Ante tal afirmación, más de uno dirá que "hemos tenido 20345 procesos electorales entre 1998 y el día actual" que legitiman el proceso revolucionario. Pero no me refiero a eso, sino a todo lo que está detrás de depositar un voto en una urna.
La polarización política que propone el socialismo del siglo XXI, expresada en frases como "no hay reconciliación posible", "guerra económica", "guerrilla mediática" y demás, ha formado una generación entera de personas que jamás han tenido que tomar una decisión informada para votar, sino que se han alineado en bandos.
Los chavistas votan por cualquier candidato que salga en una valla abrazando al presidente, mientras que los opositores votan por el que salga señalando con el dedo la valla donde el otro abraza a Chávez. Los ni-ni se inclinan por la lamentable opción de no votar, alegando que no creen en nadie.
Así, esa rutina de algunos de revisar propuestas y programas de gobierno para tomar una decisión informada ha quedado en el olvido. Si bien antes sucedía algo parecido, entre AD y Copei, quienes tenían deseos de leer propuestas y decidir de esa manera no sentían que "se estaban jugando la vida" pues algunas políticas de Estado permanecían en su lugar.
El caso es que, si eventualmente el país sale del escenario excesivamente polarizado de la actualidad, se va a encontrar con dos generaciones de ciudadanos que jamás han votado a conciencia, sino que han basado sus decisiones electorales en "enfilarse en un bando" sin medir las consecuencias. Cabe recordar que nuestro primer mandatario en 1998 dijo que no presentaría programa de gobierno porque no quería hacer promesas que luego no cumpliría. Y por él votaron.
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