En un post anterior sobre el infierno de nuestro caos vehicular prometía al pie hablar de un concepto que parece cada día más muerto en la sociedad venezolana, en medio de su descomposición: el reconocimiento del otro como persona.
Todo comenzó un día en el Metro. Tropecé a una señora e inmediatamente me volteé y le dije "disculpe". La señora me miró como si tuviese la cara verde o le hubiese hablado en vietnamita. No se esperaba que, después de tropezármela, me iba a voltear a disculparme.
Y resulta que ya mucha gente no sólo no espera eso, sino que no lo hace cuando le corresponde. Durante la terrible travesía en el subterráneo, los otros son obstáculos a vencer, empujar y aplastar para poder llegar temprano al trabajo, ya que no podrás llegar con la camisa planchada ni oliendo bien.
Uno de mis pensamientos recurrentes
En otra ocasión, me encontraba en el "caminito" dispuesto para hacer la cola de entrada al vagón en Plaza Venezuela. Varias personas hacíamos nuestra fila serpenteante cuando una señora se paró en medio de donde abrirían las puertas cuando llegase el tren, donde se supone que no se debe parar. Nadie se atrevió a decirle nada porque era una persona mayor y, según la poca cortesía que les quedaba, pensaron en que esa sería una forma de "cederle un puesto". Sin embargo, pocos minutos después, otros usuarios se creyeron con el derecho de irrespetar las normas como ella y no hacer cola.
El asunto es que ya nadie respeta a quien le rodea en las calles. Probablemente porque, en medio de lo difícil que es vivir en esta ciudad, se les olvida que son seres humanos que sienten y padecen igual que ellos. No se les ha ocurrido que, si demuestran respeto, también los respetarán. O quizás ya no les hace falta.
Ya la gente no se detiene tanto como antes a ayudar a alguien. No sólo porque es inseguro, sino porque en realidad no les importa o ni siquiera se dan cuenta.
En el banco Mercantil de Sambil, donde se hacen grandes colas desde que quitaron el sistema de tickets de turno (¿recuerdan la cuña "en el Mercantil no hay cola"?), me sucedió un episodio similar. No había una caja habilitada para uso preferencial, por lo que se utilizaba la que estaba más hacia la derecha. Luego de que pasaran dos personas mayores, pasó una mujer embarazada de unos seis o siete meses. Un hombre de la fila comenzó a quejarse y ella le dijo que estaba embarazada, a lo que él respondió "bueno, ¿y? todas las mujeres se embarazan"
Más allá de que provocaba lanzarle un zapato por la boca por patán, esto denota el comportamiento de alguien que probablemente no tuvo madre o la respetó muy poco (en mi trabajo anterior llegué a conocer casos de maltrato físico hacia madres), que no tiene la menor idea de lo que se padece -dentro de lo también maravilloso que puede ser- al gestar y parir un bebé. A este señor le faltaban unas cinco personas para llegar a la caja, y estaba dispuesto a llevarse por delante personas mayores y mujeres embarazadas para lograrlo.
¿Lo peor? que esta actitud es cada vez más premiada. Como cuando se aplaudió la "mano de Dios" de Maradona en una cadena oficial, y se aplauden igualmente las trampas, la viveza criolla y el tráfico de influencias.
Oficialistas aplaudiendo que Maradona hizo trampa y nadie le dijo nada
¿O no han notado que acá nada se logra si no tienes un amigo o un primo metido en el asunto? Eso será para luego.
P.D.: más videos del caos del Metro en Youtube. Uno particularmente hostil en mi Facebook.
Blogalaxia: metro, caracas, ciudad, sociedad, respeto, valores, picardía, descomposición, anarquía
Bitacoras.com: metro, caracas, ciudad, sociedad, respeto, valores, picardía, descomposición, anarquía
Technorati: metro, caracas, ciudad, sociedad, respeto, valores, picardía, descomposición, anarquía
3 comentarios:
Recuerdo cuando hace unos meses estuve en Caracas haciendo unas diligencias, cada vez que iba a el Metro, sentía como que eso era una batalla campal entre cientos de bandos. Cada uno por su lado, y sintiendose con derecho a llevarse a los demás por el medio.
Es cierto, hemos perdido el respeto por los demás, y por ende, cada vez más, el respeto por nosotros mismos. Esa vez en el metro, me costaba meterme a un vagón, porque no me gusta eso de estar llevándome por el medio a los demás, y al parecer es la forma habitual de usar ese medio de transporte.
Eso sí, no soy de los que permiten que otros se aprovechen y hagan lo que les de la gana. Cuando veía a alguien que se quería meter por delante de los que estaban en la cola, incluyéndome, le cerraba el paso con el brazo.
Repito, no me gusta llevarme por el medio a nadie, sin embargo tengo tamaño y fuerza para hacerlo con muchos, sólo que lo utilizo para defender que las cosas se hagan como deben ser.
Yo escribí en mi blog hace poco un post que se titula "El más arrecho...", y es una anécdota sobre la gente que quiere vivir atropellando a los demás por medio de la fuerza bruta y las bajezas.
El problema? que tal como lo planteas, en nuestro paíis, lamentablemente, se aplaude esa actitud pendenciera y "viva". Por esa razón tenemos ese presidente, porque lamentablemente representa el modo de pensar de la mayoría. A veces llego a pensar que somos nosotros, los que pensamos distinto y no seguimos ese esquema, los que realmente estamos sobrando... porque nosotros, no le caemos bien a Pedroso ni a la Catira... si me entiendes...
Que tengas un buen día ;)
La "viveza criolla" no tan solo se queda en Venezuela. En el metro de Nueva York, Corea del Sur, Japón y otras naciones desarrolladas la situación es la misma. Al parecer ya es un problema mundial no saber reconocer al otro como ser humano. Pienso que desde la primera hasta la quinta república siempre se ha fomentado la ley del más vivo, solo que ahora se pretende aplicar como un estilo de vida entre todos los venezolanos. Situación que no me parece mala, porque entre tanta globalización y perdida de fronteras, la competencia es fuerte; pero claro se debería fomentar también el reencuentro con los valores.
Saludos.
Lo que dices de Maradona creo que tiene mucho que ver con lo que publiqué en mi blog respecto a la apología a la mediocridad. Hay mucho resentimiento.
Publicar un comentario