Muy gracioso el que le puso el nombre de "sentido común". Y muy gracioso el que le puso "El Llanito" a esa zona de la capital. (Si no eres de Caracas, visítanos y te prometo llevarte allá)
Hace días iba caminando hacia las escaleras mecánicas del Metro cuando siento un golpeteo constante en el tobillo izquierdo. Cuando volteo, veo a una señora con un niño tomado de la mano, completamente concentrado, dándome patadas en el tobillo. Y la señora ni pendiente con él.
He notado, en la amplia y desagradable "experiencia Metro" que la gente que tiene niños los lleva como cabritas en la montaña. Los chicos van en las áreas públicas sin respetar el espacio de los demás: empujan, corretean, golpean, pisan, escupen, gritan, halan cabellos, tiran objetos, patean, sin que a los padres les importe.
Esto se traduce en que esos niños, cuando están grandes, : empujan, corretean, golpean, pisan, escupen, gritan, halan cabellos, tiran objetos, patean, y les parece lo más normal del mundo.
Otro día empujé sin querer a una muchacha y me volteé corriendo y muy apenada para disculparme, pero ella ni me escuchó. Simplemente no esperaba una disculpa de mi parte. Para ella era muy normal que la empujara. Igual que le será normal empujar a los demás.
La peor de todas las anécdotas de este tipo sucedió en una camionetica en San Martín. Un hombre iba con su familia vociferando "es que cuando yo voy en el Metro me hago el dormido o me hago el pendejo pa no andarle dando puesto ni a viejitas, ni embarazadas ni nada"
Sorprendente. Y sorprendente también la justicia poética. A los pocos minutos su hija se desmayó y una muchacha le cedió el puesto. Tan apenada estaría la hija por los comentarios del padre que devolvió el puesto en lo que se sintió repuesta.
Simplemente parece que, entre nosotros mismos, no nos reconocemos como seres humanos, sino como obstáculos a superar. Tenemos que conocer a las personas para que nos importe su bienestar. Parece que los desconocidos no son desconocidos. Simplemente no son personas.
Entonces Juan Marcelo me dice que la gente no trata bien a los turistas, a los artistas, a los visitantes. Venezuela tiene fama de ser un país hospitalario pero los turistas son robados y asesinados sin ninguna pena, igual que los locales. Los servicios no funcionan porque sus prestadores sólo se ven presionados por la competencia, y muchos de ellos simplemente no tienen competencia (vuelve el Metro arrepentido) Para rematar, los empleados del sector no son adiestrados en atención al cliente, y tampoco les importa tratarte bien si eso no les reporta un beneficio directo o una posible amonestación al no hacerlo.
Como dicen coloquialmente, "por la plata baila el mono", y el sentido común se fue por la misma cañería colapsada que inunda Caracas cada vez que le cae "el rocío de la mañana".
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