martes, 3 de junio de 2008

Auxilio! Me convertí en diplomática

Una de las cosas a las que más le temo en la vida es a ser políticamente correcta. Me encanta (y admiro profundamente) la ingenuidad y espontaneidad de mi prima Arianna, de 8 años.


Un día me vio mientras me maquillaba, y me preguntó para qué era esa barrita que me untaba debajo de los ojos. "Para tapar las ojeras", le dije, y ella respondió: "pero a mí me gustan mis ojeras"


Y las de ella vaya que se parecen a las mías. De hecho, ella se parece a mí en muchas cosas, especialmente a la Angela de 8 años que vivió por allá en el 93, cuando aún persistía la moda de los 80.

Afortunadamente, está científicamente comprobado que el maquillaje, aunque arruga a la gente, no tiene forma posible de causar la muerte, así que lo seguiré usando.

El caso es que Arianna no teme decir cosas como ¿por qué dices groserías si me has dicho que no deben decirse?, ¿por qué fumas si me has dicho que eso es malo para la salud?, o como dijera Lisa Simpson (de la misma edad, por cierto) en uno de los capítulos: "¿no me habían dicho que era malo hablar de la gente a sus espaldas?"

Adoro esa inocencia, y he tratado de conservarla, un poco hostilizada por el aprendizaje de un nuevo método de comunicación: el sarcasmo. En este blog reina el sarcasmo, la inocencia y la sinceridad. Al igual que reina la premisa: Relativismo social, sí; relativismo moral, jamás.

He crecido viendo figuras familiares que me dan grandes discursos sobre mi salud con un cigarro en la mano. Viendo a esas mismas figuras defenderse de los médicos que supuestamente quieren matarlos, pero seguir fumando. Culpando a todos los que los rodeamos de su discapacidad respiratoria, de sus problemas circulatorios, de su desnutrición crónica, de su fatiga. Todos son culpables menos el cigarro.

No me da el más mínimo temor llamar idiota a alguien así. Porque sigo siendo la niña sincera, recrudecida por el sarcasmo.

Ahora dejemos los sentimentalismos a un lado y sigamos con el humor ácido. Nos vemos en el próximo post.

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2 comentarios:

NeoGabox dijo...

Que bueno que aún conserves parte de esa niña contigo...
Y especialmente la sinceridad...
:)
Y que vuelva el sarcasmo...
Que a todos de una u otra forma nos gusta...

"Saludos Monocromáticos"

Centrífugo dijo...

Los niños y los borrachos dicen la verdad... también los esquizofrénicos, una vez que sumprimen su "superYo". Y los que se aferran a una idea, a un sueño, a una pesadilla. Pues su realidad es esa y no pueden verla distinta. Dicen la verdad, aunque ésta no sea la nuestra...

Enhorabuena por tu apego a la sinceridad. Cuidado con el sarcasmo, que a veces, es un arma poderosa y, como toda arma, implica que quien la blande está en pie de combate.

Abrazos Centrífugos!

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