Ya sé por qué la familia venezolana está tan mal. He descubierto una serie de conceptos que parecen estar inconscientemente arraigados en nuestra población.
Estas son las conclusiones que he sacado al observar el comportamiento polarizado de nuestro país, una serie de prácticas comunes que, hasta hace unos años, no lo eran.
Es común que el jefe de una familia:
- Se gaste incluso la mitad de los ingresos brutos de la casa en comprarles comida (asfalto o bonos de la deuda) a sus vecinos, aún cuando sus hijos se están muriendo de hambre y enfermedades.
- Se entre a golpes con el vecino del piso de arriba porque su filtración invadió el techo del vecino del final del pasillo. Después de la golpiza lo amenaza con un arma (o unos tanques), prohíbe a sus hijos que vuelvan a esa casa y jueguen con sus amigos y se niega a ir a las reuniones de la junta de condominio para no encontrárselo allí. Introduce una demanda en su contra y toca puerta por puerta a los demás apartamentos para convencerlos de que ese vecino es un mafioso indeseable que merece su odio.
- Prefiera al hijo complaciente por encima del rebelde: le dé comida a uno y se la niegue al otro, le dé educación a uno y al otro le prohíba ir al colegio, le compre ropa a uno y al otro no, y le preste atención sólo a su predilecto mientras al otro lo insulta con nuevos calificativos cada día, haciéndole imposible la sola existencia.
Esta es sólo la punta del iceberg. Seguramente mañana habrá más cosas insólitas en esta familia y en este edificio...
política sociedad poder venezuela
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